¿Es que acaso no habría podido Dios proporcionarnos al Restaurador del género humano y al Fundador de la Fe por otro camino distinto de la Virgen? Sin embargo, puesto que pareció a la Divina Providencia oportuno que recibiéramos al Dios-Hombre a través de María, que lo engendró en Su vientre fecundada por el Espíritu Santo, a nosotros no nos resta sino recibir a Cristo de manos de María.
...nadie dudará que a través de la Virgen, y por Ella en grado sumo, se nos da un camino para conocer a Cristo, simplemente con pensar que Ella fue la única con la que Jesús, como conviene a un hijo con su madre, estuvo unido durante treinta años por una relación familiar y un trato íntimo.
Los admirables Misterios del Nacimiento y la Infancia de Cristo, y, sobre todo, el de la asunción de la naturaleza humana que es el inicio y el fundamento de la Fe ¿a quién le fueron más patentes que a la Madre? La cual ciertamente, no sólo conservaba ponderándolos en Su Corazón los sucesos de Belén y los de Jerusalén en el Templo del Señor, sino que, participando de las decisiones y los misteriosos designios de Cristo, debe decirse que vivió la misma vida que Su Hijo. Así pues, nadie conoció a Cristo tan profundamente como Ella; nadie más apta que Ella como Guía y Maestra para conocer a Cristo.
Cristo está sentado a la derecha de la Majestad en los Cielos (1); María a su vez está como Reina a Su derecha, Refugio segurísimo de todos los que están en peligro y fidelísima Auxiliadora, de modo que nada hay que temer y por nada desesperar con Ella como guía, bajo Su auspicio, con Ella como propiciadora y protectora (2).
Papa San Pío X
Ad diem illud lætissimum, 2 de Febrero de 1904
NOTAS ACLARATORIAS:
1- Carta a los Hebreos, cap. 22, vers. 3.
2-Papa Pío IX, Bula Ineffabilis
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