jueves, 1 de noviembre de 2018

FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS Y BIENAVENTURADOS


                La Festividad de Todos los Santos tiene su origen en la dedicación que del Panteón (templo dedicado a todos los dioses romanos) hizo el Papa Bonifacio IV a Nuestra Señora y a Todos los Santos, el 13 de Mayo del año 609. El Papa Gregorio IV extendió esta Festividad a toda la Iglesia Católica.

                Esta importante Fiesta sigue a la de Jesucristo Rey por ser Él su cumbre y su corona, y es que desde siempre, la Santa Iglesia ha tributado veneración a aquellas almas que supieron imitar fielmente a Nuestro Señor; son los Santos como pequeños faros que nos guían por el camino pedregoso de esta vida. Aquellas Almas Bienaventuradas, amaron la pobreza, fueron mansos, pero al tiempo celosos apóstoles de la Gloria de Dios; muy pocos son los que han sido elevados a los altares, pues la mayoría de los Santos han pasado desapercibidos ante los míseros ojos humanos.


            Como preludio al día de Todos los Fieles Difuntos, siguiendo la Tradición de la Iglesia Católica, invitamos a todos nuestros amigos y lectores a rezar el Santo Rosario, a ser posible sus Quince Misterios, por las Benditas Ánimas retenidas en el Purgatorio.



             

REFLEXIÓN MUY APROPIADA PARA HOY
SOBRE LA SANTIDAD CRISTIANA
  


            El Espíritu Santo va iluminando a las personas espirituales los medios para llegar a la santidad. Les enseña a cumplir aquello que decía San Pablo: 

"Castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, 
no sea que enseñando a otros el camino de la Santidad,
 yo me quede sin llegar a conseguirla" 

( San Pablo, 1 Corintios, cap, 9, vers. 27)

            A las almas que desean llegar a la santidad, el Divino Espíritu les recuerda frecuentemente aquellas palabras de Jesús: 

"Si alguien quiere venir conmigo, niéguese a sí mismo,
 acepte su cruz de sufrimientos de cada día, y sígame"

 (Evangelio de San Mateo, cap. 16, vers. 24)

          Y les invita a seguir a Cristo imitando Sus Santos ejemplos, venciéndose así mismo, y aceptando con paciencia las adversidades. Para esto les será de enorme utilidad el frecuentar los Sacramentos, especialmente el de la Penitencia y el de la Eucaristía. Éstos les permitirán conseguir nuevo vigor y adquirir fuerzas y energías para luchar contra los enemigos de la Santidad. 

           Existen almas imprudentes que consideran como lo más importante para adquirir la perfección y la santidad, el dedicarse a obras exteriores.





           Algo dañoso y perjudicial. Para muchas almas el dedicarse totalmente a obras exteriores les hace más daño que bien para su espíritu, no porque esas obras no sean buenas y recomendables, sino porque se dedican de manera tan total a ellas que se olvidan de lo esencial y más necesario que es reformar sus pensamientos, sus sentimientos y actitudes, no dejar que sus malas inclinaciones se desborden libremente; éstas les exponen a muchas trampas y tentaciones de los enemigos del alma. (En este caso sí que se podría repetir la frase que San Bernardo le escribió a su antiguo discípulo Eugenio, que era Sumo Pontífice en ese entonces: "Malditas ocupaciones" las que te pueden apartar de la vida espiritual y la santificación de tu alma).

           Una trampa. Los enemigos de nuestra salvación, viendo que la cantidad de ocupaciones que nos atraen y nos apartan del verdadero camino que lleva a la Santidad, no sólo nos animan a seguirlas practicando, sino que nos llenan la imaginación de quiméricas y falsas ideas, tratando de convencernos de que por dedicarnos a muchas acciones exteriores ya con eso nos estamos ganando un maravilloso paraíso eterno (olvidando lo que decía un Santo: "Ojalá se convencieran los que andan tan ocupados y preocupados por tantas obras exteriores, que mucho más ganarían para su propia Santidad y para el bien de los demás, si se dedicaran un poco más a lo que es espiritual y sobrenatural; de lo contrario todo será lograr poco, o nada, o menos que nada, pues sin vida espiritual se puede hasta llegar a hacer más daño que bien"). 


           Otro engaño. Existe otra trampa contra nuestra vida espiritual, es que durante la oración se nos llene la cabeza de pensamientos grandiosos y hasta curiosos, raudales acerca de futuros apostolados y trabajos por las almas, y en vez de dedicar ese tiempo precioso a amar a Dios, a adorarlo, a pensar en Sus perfecciones, a darle gracias y a pedirle perdón por nuestros pecados, nos dediquemos a volar como varias mariposas por un montón de temas que no son oración, y aun como moscardones a volar con la imaginación, por los basureros de este mundo. 



EL COMBATE ESPIRITUAL
Padre Lorenzo Scúpoli





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