sábado, 13 de octubre de 2018

EL SANTÍSIMO ROSARIO DE NUESTRA SEÑORA, súplica diaria de los Hijos de María



          El Avemaría es la oración más hermosa que podemos dedicar a Nuestra Santa Madre; en el Santo Rosario, compuesto por 150 Avemarías, entrelazamos una verdadera cadena de súplicas y piropos a la Madre del Redentor, dedicándole una y otra vez el saludo del Arcángel San Gabriel y la súplica confiada de la Iglesia. 

          Esa bendita cadena del rezo diario del Santo Rosario -tan demandado por la Virgen en Sus últimas Apariciones- es la señal segura de la protección de la que además de Madre, es Reina de los Ángeles y Auxilio de los Cristianos; dime ahora ¿qué madre no se ocupa de alimentar y vestir a sus hijos?, ¿qué mujer abandona a su suerte al hijo necesitado?... de igual manera, ahora cuestiónate, ¿qué Señora no vigila de su patrimonio y de quienes lo cuidan?. 

          La Virgen, insisto, es Madre (nos la donó Nuestro Señor Jesucristo en el Calvario) pero también es Señora, y como tal, tiene poder y capacidad para interceder por tus asuntos, sean del calibre que sean, pues ¿qué habrá imposible para la Madre de Aquél que todo lo puede, que es Principio y Fin de todo?.

         No te canses de rezar el Rosario; no caigas en el error de muchos, que buscan consuelos o alivios con su rezo, pues ése no es el fin del Rosario, que es todo alabanza y súplica a Nuestra Santa Madre. Para rezar el Santo Rosario no hacen falta ganas, sólo un poco de Fe y amor a la Virgen; las ganas, las apetencias, son malas amistades para los cristianos y más para los que quieren ser devotos e imitadores de la Virgen. Busca en el rezo del Santo Rosario la compañía de la Virgen, Su Bendita presencia...y con ello quédate, con esa intimidad santa entre tu Madre y tú...así, en ese ambiente, ábrele tu corazón y ofréceselo, con sus pocas ganas y miserias...y así en cada Avemaría de tu Rosario diario.
      



               El Avemaría resume, en la más concisa síntesis, toda la teología cristiana sobre la Santísima Virgen. En el Avemaría encontramos una alabanza y una invocación. La alabanza contiene cuanto constituye la verdadera grandeza de María. La invocación contiene cuanto debemos pedirle y cuanto podemos alcanzar de Su bondad. La Santísima Trinidad reveló la primera parte. 

               Santa Isabel – iluminada por el Espíritu Santo– añadió la segunda, y la Iglesia –en el primer Concilio de Efeso (año 431) – sugirió la conclusión, después de condenar el error de Nestorio y definir que la Santísima Virgen es verdaderamente Madre de Dios. Ese concilio ordenó que se invocase a la Santísima Virgen bajo este glorioso título, con estas palabras: Santa María Madre de Dios, ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. 

               La Santísima Virgen recibió esta divina salutación en orden a llevar a feliz término el asunto más sublime e importante del mundo, a saber, la Encarnación del Verbo Eterno, la reconciliación entre Dios y los hombres y la Redención del género humano. Embajador de esta buena noticia fue el Arcángel San Gabriel, uno de los primeros Príncipes de la Corte Celestial.

               La salutación angélica o Avemaría, contiene la fe y esperanza de los Patriarcas, de los Profetas y de los Apóstoles. Es la constancia y fortaleza de los Mártires, la ciencia de los Doctores, la perseverancia de los Confesores y la vida de los religiosos. El Avemaría es el Cántico Nuevo de la Ley de la gracia, la alegría de los Ángeles y de los hombres y el terror y confusión de los demonios. Por la salutación angélica, Dios se hizo hombre, una Virgen se convirtió en Madre de Dios, las almas de los justos fueron liberadas del limbo, se repararon las ruinas del Cielo y los tronos vacíos fueron de nuevo ocupados, el pecado fue perdonado, se nos devolvió la gracia, se curaron las enfermedades, los muertos resucitaron, se llamó a los desterrados, se aplacó la Santísima Trinidad y los hombres obtuvieron la vida eterna.




               La salutación angélica es precisamente el Cántico Nuevo que David predijo se cantaría en la venida del Mesías. Hay un cántico antiguo y un cántico nuevo. El antiguo es el que cantaron los israelitas en acción de gracias por la creación, la conservación, la liberación de la esclavitud, el paso del Mar Rojo, el maná y todos los demás favores celestiales. El Cántico Nuevo es el que entonan los cristianos en acción de gracias por la Encarnación y la Redención. Dado que estos prodigios se realizaron por el saludo de ángel, repetimos esta salutación para agradecer a la Santísima Trinidad por tan inestimables beneficios.

               Alabamos a Dios Padre por haber amado tanto al mundo que le dio Su Unigénito para salvarlo. Bendecimos a Dios Hijo por haber descendido del Cielo a la tierra, por haberse hecho hombre y habernos salvado. Glorificamos al Espíritu Santo por haber formado en el seno de la Virgen María ese cuerpo purísimo que fue Víctima de nuestros pecados. Con estos sentimientos de gratitud, debemos rezar la salutación angélica, acompañándola de actos de fe, esperanza, caridad y acción de gracias por el beneficio de nuestra salvación...


San Luis María Grignión de Montfort
"El Secreto admirable del Santísimo Rosario"


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