sábado, 20 de octubre de 2018

EL SANTÍSIMO ROSARIO DE NUESTRA SEÑORA, corona de gracias y consuelos espirituales


Cuando un niño reza el Avemaría 
el Cielo se conmueve,
 los Ángeles acompañan la infantil oración, 
los Santos sonríen, los Mártires se alegran y por fin
 la Virgen Madre acude enseguida en su ayuda... 


                En este mes de Octubre quiero seguir hablándote sobre la Devoción del Santo Rosario, compuesto por un ramillete de Avemarías, la oración más sencilla y a la vez más perfecta con la que los Católicos invocamos a María Nuestra Señora.

                No exagero al decirte que he conocido a algunas personas que aprendieron antes a rezar el Avemaría que hablar; hijos de piadosos católicos que rezaban el Santo Rosario en familia, junto a sus hijos, grandes y pequeños. Tal vez por eso estos niños aclimataron pronto la oración a su vida diaria y no es de extrañar que entre sus balbuceos ya honrasen a la Madre de Dios a modo de inocentes Ángeles.

                Te cuento esto porque hoy día son pocos los padres que enseñan a rezar a sus hijos; estiman que no son conscientes de la realidad de Dios cuando es justo lo contrario: los niños, por puros y limpios de corazón, están más cerca de la Corte Celestial que de esta tierra de pecado y  de dolor. 

                Precisamente porque sus sentidos espirituales no han sido contaminados aún por el mundo y por su ruido, recemos junto a  nuestros pequeños y así, que ellos aprendan a rezar como lo hacemos nosotros... para nutrir su alma con las palabras benditas del Padrenuestro y del Avemaría, que entrarán despacio, con calma, día a día, si las rezas con tus hijos en la mañana, antes de salir de casa  y por la noche, antes de dormir. 

               

                Reza el Santo Rosario A DIARIO e intenta que tus hijos te acompañen en algunas oraciones; que no te estorben sus preguntas o si se lloran o juegan un poco...imagina por un momento a la Virgen en Su casita de Nazareth: Ella quería rezar tal vez en silencio y recogida, pero tenía que cuidar y alimentar a Su Divino Niño... y ¿con quién mejor que con Dios hecho Niño iba a contemplar Su Gloria y Poder?. Ahora tú, sitúate igual y contempla a tus niños mientras rezas, como Ángeles traviesos o tal vez como el mismo Divino Niño que reclama también tu atención. Haz de las posibles distracciones durante el Rosario una gracia más para sentir a Dios en tu vida.

                En esta labor de enseñar a rezar a los niños tengo alguna experiencia, por lo que te contaré un sencillo método: te puedes ayudar de una estampa o imagen que represente a Jesús y a María, indicándoles que el Padrenuestro lo dedicamos a Jesús y el Avemaría a la Virgen; que se fije el niño en la imagen de Nuestro Señor al repetir contigo el Padrenuestro, igual con el Avemaría, que sea la figura de la Virgen el destino de su ruego. 

                Ármate de paciencia y explícale al niño, con claridad, cuántas cosas buenas podemos alcanzar de Dios y de Su Bendita Madre si cada día les somos fieles en esta práctica. Créeme que un bebé de un año puede comprender esta eterna realidad y empezarla a vivir, como lo atestiguan no sólo infinidad de Santos y Doctores de la Iglesia, sino la misma advertencia de Nuestro Señor Jesucristo "nisi conversi fueritis et efficiamini sicut parvuli non intrabitis in Regnum Cælorum" "si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el Reino de los Cielos." (Evangelio de San Mateo, cap. 18, vers. 3).

                No quieras más escuela para tus hijos pequeños que el Padrenuestro y el Avemaría, porque esos serán los pilares sobre los que ellos sustentarán la Piedad todos los días del resto de su vida, oraciones básicas a las que tal vez algunos sólo recurrirán en momentos de dificultad, pero que al menos sabrán rezar porque las copiaron según salían de tus labios. En otro caso, si el niño es constante en rezar -si tú lo acompañas y ayudas-, cada Padrenuestro y Avemaría que recite con el corazón y los labios, serán méritos que Dios sabrá recompensar a los padres en su debido momento. Imagina si el que ahora es tu bebé, tu niño chico de apenas unos años, aprende a rezar desde hoy y tal vez continúe rezando cada día de su vida...¿cuántas gracias no alcanzará de Dios, ya no sólo para él mismo sino para sus padres que le enseñaron a dirigirse al Todopoderoso  y a la Virgen Santa?.

                Recuerda que es obligación grave de los padres y familiares mayores enseñar a rezar a sus hijos, nietos, sobrinos... que no te cueste, que es trabajo liviano y muy bien recompensado, porque ante Dios has cumplido con tu cristiana obligación de trasmitir la Fe y además, esas oraciones recitadas por un niño, por tu hijo o nieto, son hermosas plegarias ante el Altísimo que -como antes dije- irán a tu favor y al de la familia entera...¿o acaso dudas que Dios desoye la plegaria de un inocente?. Cuando un niño reza el Avemaría el Cielo se conmueve, los Ángeles acompañan la infantil oración, los Santos sonríen, los Mártires se alegran y por fin, la Virgen Madre acude enseguida en su ayuda... 

                Reza pues cada día con tus hijos y recuerda que el mejor apostolado es el buen ejemplo.




                Esta divina salutación del Avemaría, atrae sobre nosotros la copiosa bendición de Jesús y María. Efectivamente, es principio infalible que Jesús y María recompensan magnánimamente a quienes les glorifican y devuelven centuplicadas las bendiciones que se les tributan: "Quiero a los que me quieren... para enriquecer a los que me aman y para llenar sus bodegas" (Prov 8,17.21). Es lo que proclaman a voz en cuello Jesús y María. Amamos a quienes nos aman, los enriquecemos y llenamos sus tesoros. "Quien siembra generosamente, generosas cosechas tendrá" (ver 2 Corintios, cap. 9, vers. 6). 

                Ahora bien, ¿no es amar, bendecir y glorificar a Jesús y a María el recitar devotamente la Salutación Angélica? En cada Avemaría tributamos a Jesús y a María una doble bendición: Bendita Tú eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de Tu vientre, Jesús. En cada Avemaría tributamos a María el mismo honor que Dios le hizo al saludarla mediante el Arcángel San Gabriel. ¿Quién podrá pensar siquiera que Jesús y María –que tantas veces hacen el bien a quienes les maldicen– vayan a responder con maldiciones a quienes los honran y bendicen con el Avemaría?.

                La Reina del Cielo -dicen San Bernardo y San Buenaventura- no es menos agradecida y cortés que las personas nobles y bien educadas de este mundo. Las aventaja en esta virtud como en las demás perfecciones y no permitirá que la honremos con respeto sin devolvernos el ciento por uno. “María –dice San Buenaventura– nos saluda con la gracia, siempre que la saludamos con el Avemaría” . ¿Quién podrá comprender las gracias y bendiciones que el saludo y mirada benigna de María atraen sobre nosotros?. En el momento en que Santa Isabel oyó el saludo que le dirigía la Madre de Dios, quedó llena del Espíritu Santo y el niño que llevaba en su seno saltó de alegría. Si nos hacemos dignos del saludo y bendición recíprocos de la Santísima Virgen, seremos, sin duda, colmados de gracias y un torrente de consuelos espirituales inundará nuestras almas.




                El Avemaría es un rocío celestial y divino, que al caer en el alma de un predestinado le comunica una fecundidad maravillosa para producir toda clase de virtudes. Cuanto más regada esté un alma por esta oración tanto más se le ilumina el espíritu, más se le abraza el corazón y más se fortalece contra sus enemigos. 

                El Avemaría es una flecha inflamada y penetrante que unida por un predicador a la palabra divina que anuncia, le da la fuerza de traspasar y convertir los corazones más endurecidos, aunque el orador no tenga talento natural extraordinario para la predicación. 

                El Avemaría fue el arma secreta que sugirió la Santísima Virgen a Santo Domingo y al Beato Alano para convertir a los herejes y pecadores. De aquí surgió la costumbre de los predicadores de rezar un Avemaría al comenzar la predicación, como afirma San Antonio.

            
San Luis María Grignión de Montfort
"El Secreto admirable del Santísimo Rosario"



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