Santa Gertrudis se adelantó a su tiempo en ciertos puntos, como la Comunión frecuente, la Devoción a San José y sobre todo, la Devoción al Sagrado Corazón. Con frecuencia hablaba del Sagrado Corazón con Santa Matilde y se cuenta que en dos visiones diferentes reclino la cabeza sobre el pecho del Señor y oyó los latidos de Su Corazón...
"Este Apóstol (San Juan) también se apareció a la Santa mientras asistía a los Maitines, en su Fiesta, cuando se aplicaba con especial fervor a sus ejercicios habituales.
Gertrudis le recomendó entonces a algunos de las religiosas de los que le había encomendado muy fervientemente; San Juan recibió la petición con mucho amor y dijo: "Soy como mi Maestro en esto, que amo a los que me aman".
Santa Gertrudis preguntó: "¿Qué gracia, entonces y qué beneficio puedo esperar en tu querida Fiesta, que soy tan indigna, ?"
"Ven" -respondió el Apóstol- "Ven conmigo... y descansemos juntos en el Dulce Corazón del Señor, en el cual se encuentran escondidos todos los Tesoros de la Bienaventuranza".
Luego, levantándola en espíritu, la presentó ante Nuestro Salvador; y colocándola a su derecha, San Juan se colocó a su izquierda, y reposó allí.
Luego exclamó, señalando con reverencia el pecho de Jesús: "¡He aquí, el Santo de los Santos, que atrae hacia Sí todo lo bueno en el Cielo y en la Tierra!"
Momentos después, Gertrudis preguntó a San Juan por qué se había colocado a la izquierda y le había cedido la derecha. El Discípulo amado le respondió: "Es porque me he convertido en un solo espíritu con Dios y puedo penetrar donde la carne no puede entrar; pero tú todavía no puedes penetrar en cosas tan elevadas, porque todavía estás en la carne. Por eso te he colocado en la Llaga del Divino Corazón, de donde podrás beber todos los dulces consuelos que brotan de Él con tan impetuosa abundancia, que será capaz de satisfacer a todos los que deseen saborearlo".
Luego, sintiendo las constantes pulsaciones del Divino Corazón, Gertrudis se regocijó enormemente y le dijo a San Juan: "Amado de Dios, ¿sentiste esas pulsaciones cuando estabas acostado en el pecho del Señor en la Última Cena?"
"Sí" -respondió el Discípulo- "y esto con tal plenitud como la dulzura de esos placeres penetraron en mi alma, de modo que mi espíritu se volvió más ardiente que el agua bajo la acción de un fuego resplandeciente". "¿Y por qué" -preguntó ella- "no has dicho ni escrito nada de esto para nuestra edificación?"
A lo que San Juan respondió: "Porque fui encargado de instruir a la Iglesia recién formada acerca de los Misterios del Verbo Increado, para que esas Verdades pudieran ser transmitidas a edades futuras, en la medida en que fueran capaces de comprenderlas, porque nadie puede comprenderlas por completo; y aplacé el hablar de estas pulsaciones divinas hasta épocas posteriores, para que el mundo se despertara de su letargo al oír estas cosas y se animara en su enfriamiento".
Luego, mientras contemplaba a San Juan recostado sobre el pecho de Nuestro Señor, le dijo el Apóstol: "Ahora me aparezco a ti en la misma forma que cuando me recosté en el seno de Mi amado Señor en la Última Cena; pero si lo deseas, obtendré para ti el favor de contemplarme en la forma en que Ahora disfruto de las delicias del Cielo".
Y como Santa Gertrudis deseara ardientemente este favor, contempló un inmenso océano dentro del Corazón de Jesús, en el que San Juan parecía flotar con inefable gozo y perfecta libertad; y ella supo que el Santo se llenó y embriagó tanto con el torrente de placer que Dios, a través de una vena que brotó de Su Corazón, derramó las dulces aguas de la Divinidad, es decir, Sus instrucciones y Su Evangelio sobre la faz de la tierra.
Las Revelaciones de Santa Gertrudis, Libro IV Capítulo 4
de Santa Gertrudis, Patrona de los Místicos
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