HACERLO TODO EN NOMBRE DE JESÚS
San Pablo nos dice que debemos de hacer todo lo que hacemos tanto sea en palabras o en el trabajo en el Nombre de Jesús, "Todo cuanto hacéis, sea de palabra o de obra, todo en Nombre de Nuestro Señor Jesucristo." (Colosenses, cap. 3, vers. 17).
De esta manera todos los actos se hacen en un Acto de Amor y Mérito. Y más aún, recibimos la gracia y la ayuda para hacer todas nuestras acciones perfectamente bien.
Debemos, sin embargo, hacer lo que mejor podamos en acostumbramos en decir "Jesús, Jesús, Jesús", muy a menudo todos los días. Podemos hacerlo cuando nos vestimos, en el trabajo -no importa lo que estamos haciendo- paseando, en momentos de tristeza, en casa y en la calle, en todas partes.
No hay nada más fácil si nos esforzamos en hacerlo con regularidad. Lo podemos hacer muchísimas veces al día.
Piensa que cada vez que decimos "Jesús" devotamente, 1) damos gran gloria a Dios, 2) recibimos grandes gracias, 3) y ayudamos a las Almas del Purgatorio.
Pongamos ahora algunos ejemplos que demuestran el poder del Santo Nombre.
EL MUNDO EN PELIGRO SALVADO
POR EL SANTO NOMBRE
En el año 1274 grandes males amenazaron al mundo. La Iglesia fue asaltada por furiosos enemigos desde adentro y fuera. Fue tan grande el peligro que el Papa Gregorio X, que reinaba por entonces, convocó un Concilio de Obispos en Lyons para determinar la mejor manera de salvar a la sociedad de la ruina en la que estaba cayendo. Entre muchas de las formas propuestas, el Papa y los Obispos eligieron la que ellos consideraron más fácil y eficaz de todas, es decir, la frecuente repetición del Santo Nombre de Jesús.
El Santo Padre entonces pidió a los Obispos del mundo y a sus Sacerdotes que invocaran el Nombre de Jesús y urgieran a sus fieles el poner toda su confianza en éste poderoso Nombre, repitiéndolo constantemente con ilimitada confianza. El Papa encargó especialmente a la Orden de Santo Domingo (Dominicos) la gloriosa tarea de predicar las Maravillas del Santo Nombre, trabajo que ellos cumplieron con ilimitado celo.
Sus hermanos Franciscanos les secundaron. San Bernardino de Siena y San Lorenzo de Puerto- Mauricio fueron ardientes Apóstoles del Santo Nombre de Jesús.
Sus esfuerzos fueron coronados con el éxito. Fueron barridos los enemigos de la Iglesia y desaparecieron los peligros que amenazaban a la sociedad y la suprema paz reinó una vez más.
Esta es la lección más importante para nosotros porque, en nuestros días, terribles sufrimientos están aplastando muchas naciones. Y aún mayores tribulaciones están amenazando a todas las demás.
Ningún gobierno o gobiernos parecen lo bastante fuertes y hábiles como para detener este tremendo torrente de males. No hay más que un remedio y es la oración.
LETANÍA DE ALABANZAS AL
SANTO NOMBRE DE JESÚS
(toque sobre la imagen para verla en su tamaño original)
PRONUNCIAR EL SANTO NOMBRE DE JESÚS
ES LA ORACIÓN MÁS FACIL Y PODEROSA
Todo Cristiano debe volver a Dios y pedirle Misericordia. La oración más fácil de todas las oraciones, como hemos visto, es el Nombre de Jesús.
Todos sin excepción pueden invocar este Santo Nombre cientos de veces al día, no solamente por sus propias intenciones, sino también para pedir a Dios que libre al mundo de una inminente ruina.
Es asombroso lo que una persona que reza puede hacer para salvar su país y a la sociedad. Leemos en la Sagrada Escritura como Moisés salvó por sus oraciones al pueblo de Israel de la destrucción y como una piadosa mujer, Judít de Betulia, salvó su ciudad y su gente cuando los Gobernadores estaban desesperados y a punto de rendirse a sus enemigos.
De nuevo notamos, que las dos ciudades Sodoma y Gomorra, que Dios destruyó con fuego, por causa de sus pecados y crímenes, ¡les hubiera perdonado si hubiera habido solamente diez personas que rezaran por ellos!
Una y otra vez leemos de reyes, emperadores, hombres de estado y famosos comandantes militares que pusieron toda su confianza en la oración, y así obraron maravillas. Si las oraciones de un hombre pueden hacer tanto, ¿Cuánto más harán las oraciones de muchos?
El Nombre de Jesús es la más corta, más fácil, y más poderosa de las oraciones. Todos pueden decirlo incluso en medio de su trabajo diario. Dios no puede rehusar de oírlo.
Invoquemos el Nombre de Jesús pidiéndole que nos salve de las calamidades que nos amenazan.
Continuará...
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