jueves, 14 de noviembre de 2024
HAY TANTOS INFIERNOS COMO CONDENADOS. Meditaciones del Santo Cura de Ars
miércoles, 13 de noviembre de 2024
SAN JOSÉ VIVIÓ POBRE Y MURIÓ POBRE
Algunos escritores opinan que el Glorioso Patriarca San José, con la herencia de sus padres hubiera podido llevar una vida, si no rodeada de comodidades, pasajera y desahogada por lo menos; pero conociendo ya desde los albores de su juventud cuánto agradaba a Dios la pobreza voluntaria, se abrazó interiormente con ella, esperando tiempo y sazón para desprenderse de todo y repartirlo con los pobres; y cuando siguiendo los designios del Eterno, contrajo matrimonio con la Reina de los Cielos, presto dio feliz cumplimiento a sus felices propósitos de pobreza, pues en compañía de su Esposa, y con su consentimiento y acuerdo, se despojó de todos sus bienes, distribuyéndolos generosa y caritativamente entre los menesterosos, contento de ganar el pan con el sudor de su frente.
De esta suerte, bien se puede asegurar que San José, por su propia elección y con gran contento de su alma, se hizo pobre, vivió pobre y murió pobre, pues nada tuvo que legar en su tránsito ni a Jesús ni a su queridísima María, si no fueron las herramientas de su oficio. Pero su pobreza, tan santa y tan sublime, no fue perezosa ni holgazana, sino sumamente activa y diligente; de manera que trabajando con solícito afán, no solo atendía a las propias necesidades y a las de la familia, más también como éstas eran cortas e insignificantes, socorría igualmente con lo sobrante a los pobres del Señor.
¡Con qué brillo se manifestó esta edificante pobreza en su viaje a Belén!. Por verle tan pobre le rechazaron sus parientes y le despidieron en las posadas, hasta obligarle a hospedarse en una cueva, refugio de pastores errantes y abierta a todas las inclemencias del tiempo; y allí, sufriendo los rigores de la pobreza, vio recién nacido al Redentor del mundo, reclinado en un pesebre y envuelto en pobres pañales, permaneciendo pobremente allí por espacio de cuarenta días. Mucho sentía San José contemplar a las prendas más queridas de su alma rodeadas de tanta miseria, sin ni siquiera poder gozar de un camastro de pajas para tomar un descanso; pero, ¿qué podía hacer sino resignarse con la Divina Providencia?. ¿Puede imaginarse una pobreza más santa y elevada, pobreza semejante a la cueva de Belén?. San José no se queja, sino que adora, contento y agradecido los designios del Altísimo; saborea humildemente los efectos de la santa pobreza, y prendado de aquella pobrísima morada, no la hubiera trocado por los más suntuosos y espléndidos palacios del Universo.
¡Con qué gozo y veneración bendecía y alababa las disposiciones del Todopoderoso en preparar para Su Hijo Eterno, alojamiento tan miserable!. ¡Cómo se imprimían en su corazón aquellas lecciones que con su ejemplo soberano nos daba el Señor desde su entrada en el mundo!. No tardó mucho en confirmarlas son sus propios hechos, porque la ofrenda que presentó en el Templo, después de los cuarenta días del Nacimiento de Nuestro Señor, no fue sino la propia de los pobres, consistente en un par de palomas, señalada así por la Ley...
domingo, 10 de noviembre de 2024
ACLARACIONES SOBRE LAS INDULGENCIAS
Para comprender bien la Doctrina de la Iglesia sobre las Indulgencias, conviene distinguir dos cosas en el pecado: la culpa y la pena. La culpa es una mancha que el pecado produce en el alma, debilitando en ella la gracia santificante, o haciendo que la pierda enteramente. El pecado que debilita la gracia santificante, se llama pecado venial; y el que hace que se pierda enteramente, se llama pecado mortal. Si se echa una gota de agua sobre un hierro candente o sobre un carbón encendido, se debilita la actividad del fuego y se produce en él una pequeña mancha negra; pero si en vez de una gota, se echa una gran cantidad de agua, el hierro candente y el carbón encendido, se vuelven completamente negros y quedan del todo apagados. Esta clara y familiar comparación, servirá para hacernos entender que algo semejante pasa en el alma cuando comete pecados veniales o pecados mortales. Estos últimos extinguen en el alma la gracia santificante, y la hacen deforme a los Ojos de Dios. Los veniales, debilitan la gracia, y dejan en el alma manchas que desagradan a Dios. Este doble efecto se llama la culpa del pecado.
La pena del pecado, es el castigo que merece toda desobediencia a la Ley de Dios. Si se pudiera violar una ley humana impunemente, pronto dejarían todos de observarla, y el desorden se introduciría en la sociedad. Lo mismo sucedería con las Leyes Divinas, y por tanto, es necesario que haya un castigo para quienes las infrinjan. Cuando las leyes humanas son desobedecidas, los jueces ordenan que el culpable sea condenado a la pena que por ello merezca. En cuanto a las Leyes Divinas, la Providencia no siempre castiga en este mundo a los culpables de su infracción; ella les ordena que hagan penitencia y se castiguen por sí mismos, por medio de un dolor sincero de los pecados y por medio de privaciones voluntarias y de obras satisfactorias.
Los pecadores que se han hecho culpables de pecados mortales y que tienen un sincero dolor de ellos, obtienen el perdón confesándose: la absolución borra sus pecados en cuanto a la culpa y en cuanto a la nena que merecieron sufrir en el Infierno; cero ordinariamente, serán obligados a sufrir en el Purgatorio una pena temporal, que será tanto más larga y severa, cuanto más numerosos y enormes sean sus pecados, y cuanta mayor haya sido su negligencia para expiarlos. Doctrina es esta muy racional, y ella debería sugerir señas reflexiones a los que difieren su conversión; pues a más del peligro a que se exponen de ser sorprendidos por la muerte e ir al Infierno se preparan, cuando menos, largas expiaciones en el Purgatorio. Hemos dicho antes, ordinariamente, subrayando la palabra, porque hay pecadores cuya contrición es tan viva y cuyo amor de Dios es tan ferviente, que obtienen la remisión de la pena y de la culpa de sus pecados; pero estos casos son raros y no deben servirnos de norma.
Respecto de los pecados veniales de que no se ha hecho penitencia, pueden expiarse en el Purgatorio, tanto en cuanto a la pena, como en cuanto a la culpa, mas es conveniente hacer aquí una observación esencial, que dará a conocer mejor la naturaleza y el efecto de las Indulgencias, y es que la pena del pecado se perdona por las Indulgencias, mientras la culpa, no puede ser perdonada en la otra vida, sino por la expiación completa de las faltas cometidas. Observación muy propia para inspirarnos la contrición y el dolor sincero aun de las más pequeñas faltas, puesto que pagaremos tan caro en el purgatorio la negligencia que tenemos en corregirnos y obtener el perdón de las faltas veniales. Esta observación sirve para explicar por qué una indulgencia plenaria no siempre liberta a una alma del Purgatorio; las indulgencias no se aplican a la culpa del pecado.
Se llama indulgencia, el perdón de la pena temporal que el pecador debe a la Justicia de Dios por los pecados que le han sido perdonados en cuanto a la culpa y en cuanto a la pena eterna, si la merecían. Este perdón o remisión se hace por la aplicación de las satisfacciones contenidas en el Tesoro Espiritual de la Iglesia.
La Indulgencia no perdona ni los pecados mortales, ni los pecados veniales, ni los castigos eternos: ella no obra la justificación, sino que al contrario, la supone y la sigue.
El Tesoro Espiritual de la Iglesia, de donde se sacan las indulgencias, está compuesto de las satisfacciones infinitamente sobreabundantes de Nuestro Señor Jesucristo, á las que se añaden las satisfacciones de la Santísima Virgen y de los Santos.
Las indulgencias no dispensan de la obligación de hacer penitencia; ellas suplen a las penitencias que no podemos hacer, y aumentan el mérito y valor de las que hacemos.
Todas las penas debidas al pecado, quedarían perdonadas por una indulgencia plenaria, si esta fuera ganada en toda su extensión, lo cual es difícil y no puede saberse en cada caso particular. Pero esto no impide que se pueda ganar siempre, al menos una parte, proporcionada al fervor con que se hayan llenado las condiciones prescritas.
Las indulgencias parciales, que son de un cierto número de años o de días, no remiten sino una parte de las penas. Ese perdón no significa, como muchos piensan, dejar de estar en el Purgatorio un tiempo equivalente a los años o días a que se refiere la indulgencia, sino que el número indicado corresponde al número de años o de días que duraba en otro tiempo la penitencia canónica. Así, cuando se dice, por ejemplo, siete años y siete cuarentenas, se significa: un perdón igual al que se obtendría con hacer la penitencia canónica antigua, durante siete años y siete cuaresmas. Por esta explicación, es fácil comprender que no es posible determinar la parte de las penas que se perdona con las indulgencias parciales; eso pertenece a los Secretos de Dios.
de la Diócesis de León (México). Año 1888
jueves, 7 de noviembre de 2024
PRIMER JUEVES. EL CAUTIVO DEL AMOR, por el Padre Mateo Crawley- Boevey
¿Habéis pensado alguna vez en esta frase, insondable en el Misterio de Caridad que entraña: "Jesús cautivo, Jesús encarcelado por amor en el Sagrario?".
Miradle a través de esa reja, tras los muros del Tabernáculo, está Jesús prisionero, vencido por Su propio Corazón... Así, hace veinte siglos, el Jueves Santo, por la noche, se dejó conducir maniatado, del Huerto de la agonía, a la prisión en que le arrojó el inicuo juez...Y esa noche afrentosa, horrenda en soledad y desamparo del Maestro, y lejos, muy lejos de todos los que Él amaba, se prolongaba en todos los Sagrarios de la tierra...
La blasfemia, la negación, la indiferencia, la impureza, la soberbia, el sacrilegio... todo ese clamoreo deicida, todo ese torrente de fango y de ignominia tiene el triste privilegio de llegar hasta sus plantas, de subir hasta Su Rostro y profanarlo como el beso del traidor...
¡Y Jesucristo no se va!... ¡Es el Cautivo del Amor, Su Corazón Le ha traicionado! ¡Está ahí, envuelto en el ultraje humano...; está ahí, sentado en el banquillo de reos...; tiene un gran delito: haber amado con pasión de Dios, al hombre!...¡Vedlo, así le paga éste...con olvido y soledad!..
El Apostolado interior es ya muy grande, pero hay una nota todavía más divina. El amor se paga con sangre: la sangre de los Mártires es semilla de Cristianos. Predicad el Amor en el sufrimiento; sed Apóstoles: tenéis el deber de sufrir para hacer amar al Amor que no es amado; debéis predicarle con la Cruz en un Martirio de Amor. No es posible hacer de otro modo. La nota dominante del Apostolado es la Cruz...
Padre Mateo Crawley- Boevey
miércoles, 6 de noviembre de 2024
SAN JOSÉ, PADRE DE LAS ALMAS DEL PURGATORIO
Hoy Miércoles, según LA SEMANA DEL BUEN CRISTIANO, procuremos dedicar oraciones especiales al Patriarca San José; como además estamos en el Mes de las Benditas Ánimas del Purgatorio encomendemos a tan gran Santo a las Almas que allí padecen; con seguridad, muchas de esas Almas purgantes, fueron devotas de San José en su vida terrena, y por eso no es exagerado creer que el Padre Adoptivo de Cristo, suplique por Ellas, por su liberación de aquella Cárcel de Amor.
El Patrocinio de San José se extiende a la Iglesia Universal: la Triunfante, en el Paraíso, donde piadosamente se cree que San José se encuentra en cuerpo y alma; también es Patrón de la Iglesia Militante -aquí en este mundo- como lo reconociera el Papa Pío IX en 1870, alcanzando por último su protección sobre las Benditas Ánimas del Purgatorio.
San José es realmente Padre y Señor, que protege y acompaña en su camino terreno a quienes le veneran, como protegió y acompañó a Nuestro Señor durante los años ocultos en el taller de Nazareth. No desaproveches la ocasión para dedicar hoy un rato a San José: pídele por ti, por tus necesidades, pero ten la caridad de solicitarle que siga ayudando a los Fieles Difuntos que esperan en el Purgatorio el día de su liberación.
lunes, 4 de noviembre de 2024
EL TIEMPO CONSAGRADO EN UN ACTO DE AMOR CONTINUO. Meditaciones de Sor María Consolata Betrone
El alma que se ha consagrado al amor a través del incesante Acto de Amor, debe por lo tanto ejercitarse, sin escrúpulos, pero con generosidad y firmeza, en este silencio externo e interno, teniendo siempre presente la preciosidad de un acto de amor y como dirigidas a sí estas palabras de Jesús a Sor Consolata: "Consolata, el tiempo que te queda para vivir Yo lo he consagrado todo en un Acto de Amor. Si tú interrumpes ese Amor para seguir un pensamiento, para pronunciar una frase no estrictamente necesaria, haces un hurto al Amor". (13 de Septiembre de 1935)
Una tan perfecta continuidad viene a colocar al alma en un estado de continua inmolación. Jesús no se lo ocultaba a Sor Consolata: "Consolata, Jesús tomó la Cruz sobre Sus espaldas y se dirigió al Calvario. ¿Sabes cuál es tu Cruz? No perder un Acto de Amor. Este será de hoy en adelante tu único programa. No que el Acto de Amor sea una Cruz, sino no perder uno, en cualquier condición en que te encuentres, esto es Cruz; pero te ayuda a llevar todas las demás cruces.
Te doy la Cruz: no perder un "Jesús, María, os amo; salvad almas", pero te doy también la gracia de llevar esta Cruz, fielmente hasta el último suspiro…" (15 de Noviembre de 1935)
sábado, 2 de noviembre de 2024
LOS FIELES DIFUNTOS, LA IGLESIA PURGANTE
Santo Tomás de Aquino
Después que la Santa Iglesia, como Madre buena de todos, se ha esforzado por honrar con dignas alabanzas a aquellos hijos suyos que se alegran en el Cielo, quiere ayudar también con sus solícitos ruegos a las Almas que todavía están retenidas en el Bendito Purgatorio, intercediendo por Ellas ante su Señor y Esposo Cristo para que, cuanto antes, puedan gozar de la compañía de los Santos en la Gloria.
Hoy es un día de maternal y amorosa solicitud de la Iglesia por sus muertos. También el pensamiento de un día consagrado al recuerdo de los difuntos es muy antiguo: San Isidoro, hacia el año 600, escribiendo su Regla Monástica, señalaba un día, el que sigue a Pentecostés, para ofrecer Misas y sacrificios por todos los hermanos desparecidos. Cuando los Clunicenses entraron en España, a finales del siglo X, encontraron en ella esta costumbre, y el Abad de Cluny, San Odilón, que murió en 1048, la extendió a todos los monasterios de la Orden Benedictina, de los cuales la tomaron todas las iglesias de Occidente.
San Agustín de Hipona
Entremos nosotros en el espíritu de nuestra Madre la Iglesia y recordemos en este día a nuestros Difuntos con un amor afectivo y efectivo. Ellos sufren ahora en el lugar de la purificación, tienen que expiar por medio del dolor de la pena de sus pecados. La Iglesia conoce la necesidad, el desamparo y la impotencia en que se encuentran, por eso, llena de compasión por Ellos, quiere que nosotros nos asociemos cordialmente a esta compasión suya; pero nuestra compasión, como la de la Iglesia, debe ser efectiva.
Podemos y debemos ayudar a las Benditas Almas del Purgatorio con la intercesión, con la limosna, con el ofrecimiento de nuestras obras y, sobre todo, con el Sacrificio de la Misa. Cada Sacerdote puede este día decir hasta tres Misas, y todos los buenos Cristianos deben asociarse a este triple Sacrificio, para que, desde el Altar, fluya hasta el Purgatorio un torrente de Gracia.
La Iglesia no define con toda claridad si en el Purgatorio existe ciertamente un fuego real que atormenta y purifica a las Almas. De acuerdo con las enseñanzas de San Agustín, San Jerónimo, San Ambrosio, San Cipriano, el Venerable Beda y otros, hablan del fuego purificador del Purgatorio. San Ambrosio utiliza expresiones tales como "ardere", "uri", "exuri", es decir, arder. En Santo Tomás de Aquino encontramos la expresión "ignis purgatorius", fuego purificador, con la que suele describir el lugar de purificación. Enseña el Doctor Angélico que allí las almas, ab igne corporali puniuntur, esto es, son castigadas con un verdadero fuego material.
San Buenaventura explica el fuego del Purgatorio como un ignis corporalis, un fuego real, y además añade: "Las Almas del Purgatorio son castigadas por medio de un fuego material, por todas aquellas faltas que no expiaron suficientemente en la tierra; fuego que las atormenta más o menos de acuerdo con lo que les quede que expiar... Por ello la Justicia Divina exige que el espíritu sea castigado por el fuego material, de manera que así como el alma se une con el cuerpo para dar a éste la vida, según el orden de la naturaleza, así el alma sea purificada por el fuego, según el orden de la justicia".
San Agustín es de la misma opinión cuando argumenta "Aun cuando las almas estén separadas de sus cuerpos, son, sin embargo, purificadas por el fuego de manera maravillosa e imposible de expresar, no para servirse del mismo a modo de sustento, sino para recibir del mismo la pena o castigo que se merecen".
Entre los detractores del Dogma del Purgatorio, se suele formular la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que un alma separada del cuerpo, o sea, una esencia espiritual, pueda sufrir la poena sensus, pena de sentido, y sobre todo, la pena del fuego?. El Papa San Gregorio Magno explica: "Esto puede suceder de dos maneras. Se puede considerar al fuego en sí y por sí como fuego natural; en dicho caso, naturalmente que no puede obrar sobre las almas. Pero también se le puede considerar como instrumento de la Justicia punitiva de Dios, que exige que las almas, que por el pecado se apegaron a los objetos sensibles, estos mismos les sirvan de pena y castigo. Así como un instrumento no obra tan solo por su propia fuerza, sino también por medio de la misma fuerza impulsora, así no es contrario a la razón suponer que este fuego material, al ser impulsado por un agente espiritual, actúe efectivamente sobre las almas, lo mismo que el Santísimo Sacramento por medio de signos, exteriormente comprobados, produce la santificación de las almas".
Este fuego del Purgatorio no es ciertamente fuego terreno, sino un fuego especial y característico, preparado por el mismo Dios, como instrumento de Su Justicia, un fuego que atormenta el alma, pero que no destruye en absoluto su sustancia misma.
viernes, 1 de noviembre de 2024
FESTIVIDAD DE TODOS LOS SANTOS, BIENAVENTURADOS Y MÁRTIRES de la Iglesia Triunfante
porque nada les falta a quienes Le temen.
A los que buscan al Señor
no les faltará bien alguno"
La Santa Iglesia ha tributado veneración a los fieles seguidores de Nuestro Señor Jesucristo: en los primeros siglos, a los Mártires, a continuación, a los confesores; señaló sucesivamente en el curso del año un día para la conmemoración de cada Santo.
Hacia el año 609, no siendo posible tener un día para cada Santo, comenzó en varios lugares la celebración de esta Fiesta de Todos los Santos, conocidos o ignorados.
El Papa Gregorio IV en el año 835, extendió esta festividad a la Iglesia Universal.
El Espíritu Santo va iluminando a las personas espirituales los medios para llegar a la Santidad. Les enseña a cumplir aquello que decía San Pablo: "Castigo mi cuerpo y lo reduzco a servidumbre, no sea que enseñando a otros el camino de la Santidad, yo me quede sin llegar a conseguirla" (I Carta a los Corintios, cap. 9, vers. 27).
A las almas que desean llegar a la Santidad, el Divino Espíritu les recuerda frecuentemente aquellas palabras de Jesús: "Si alguien quiere venir Conmigo, niéguese a sí mismo, acepte su cruz de sufrimientos de cada día, y sígame"(Evangelio de San Mateo, cap. 16, vers. 24).
Existen almas imprudentes que consideran como lo más importante para adquirir la Perfección y la Santidad, el dedicarse a obras exteriores.
Para muchas almas el dedicarse totalmente a obras exteriores les hace más daño que bien para su espíritu, no porque esas obras no sean buenas y recomendables, sino porque se dedican de manera tan total a ellas que se olvidan de lo esencial y más necesario que es reformar sus pensamientos, sus sentimientos y actitudes, no dejar que sus malas inclinaciones se desborden libremente; éstas les exponen a muchas trampas y tentaciones de los enemigos del alma. En este caso sí que se podría repetir la frase que San Bernardo le escribió a su antiguo discípulo Eugenio, que era Sumo Pontífice en ese entonces: "Malditas ocupaciones" las que te pueden apartar de la Vida Espiritual y la santificación de tu alma.
Los enemigos de nuestra salvación, viendo que la cantidad de ocupaciones que nos atraen y nos apartan del verdadero camino que lleva a la santidad, no sólo nos animan a seguirlas practicando, sino que nos llenan la imaginación de quiméricas y falsas ideas, tratando de convencernos de que por dedicarnos a muchas acciones exteriores ya con eso nos estamos ganando un maravilloso paraíso eterno (olvidando lo que decía un Santo: "Ojalá se convencieran los que andan tan ocupados y preocupados por tantas obras exteriores, que mucho más ganarían para su propia Santidad y para el bien de los demás, si se dedicaran un poco más a lo que es espiritual y sobrenatural; de lo contrario todo será lograr poco, o nada, o menos que nada, pues sin Vida Espiritual se puede hasta llegar a hacer más daño que bien").
Existe otra trampa contra nuestra Vida Espiritual, es que durante la oración se nos llene la cabeza de pensamientos grandiosos y hasta curiosos, agradables acerca de futuros apostolados y trabajos por las almas, y en vez de dedicar ese tiempo precioso a amar a Dios, a adorarlo, a pensar en sus perfecciones, a darle gracias y a pedirle perdón por nuestros pecados, nos dediquemos a volar como varias mariposas por un montón de temas que no son oración, y aun como moscardones a volar con la imaginación, por los basureros de este mundo.