ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
Refiere Daniel de la Virgen María (+1678), que, en Nápoles, hallándose de cacería el campesino Bartolomé Fayeta, descubrió una liebre entre unos matojos y siguiendo la pista, absorto y entusiasmado por darle alcance, perdió el buen hombre el sendero y cuando vino a darse cuenta no pudo ya retroceder, por estar el campo cubierto de nieve.
Anduvo así al azar y errabundo casi toda la tarde sin hallar medio ni rastro para salir al camino, y cuando más solícito andaba porque no se echara la noche encima, fue un oso quien lo hizo, y echándole sobre la nieve, le asió de la garganta para devorarle. En la tribulación y congoja se encomendó en lo más íntimo de su corazón a María Nuestra Madre del Carmen, cuyo Escapulario vestía con devoción.
En aquel momento, soltando aquella fiera sanguinaria la presa, echó a correr, dejándole tan sólo la memoria indeleble del susto y del peligro, confirmado con las señales de la presa que le hiciera en la garganta, pero sin causarle ningún daño ni lesión. Puesto de hinojos el devoto y afortunado Bartolomé, dio rendidas gracias a María Santísima, su salvadora, y por precaución, ya que se iba haciendo noche cerrada, subió a un árbol, esperando la salida del sol, a fin de orientarse y de volver a casa lo antes posible. Luego que hubo amanecido, halló el sendero sin grandes dificultades y a todo correr se encaminó a Nápoles, publicando por el camino a voz en cuello el prodigio que le dispensara la tarde antes María Santísima.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
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