ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
El valiente Don Juan de Austria, digno de eterno recuerdo por su victoria inmortal en Lepanto, navegaba para el puerto de Nápoles con cinco galeras y un galeón. En plena navegación y en mar abierto, les sorprendió furiosa tempestad, que zarandeaba sin tregua los frágiles cascos de las embarcaciones. Creció la tempestad: los peligros se multiplicaban por instantes; galeras frágiles, de costuras mal calafateadas, hacían agua por mil sitios; la vía de agua, fatalmente, acabaría por hundir la nao.
En el crítico instante, el Capitán Pedro de Luna, en presencia de toda la tripulación, saca del pecho el Santo Escapulario, hinca sus rodillas, mientras lo besa con fervor, prometiendo ir como peregrino al Santuario de la Madonna Bruna del Carmine de Nápoles si la Señora les salva de tan inminente riesgo, por la virtud de su Santo Escapulario.
Como en otro tiempo las aguas del Tiberíades se calmaran al imperio de la voz de Cristo, así también en la Galera de Don Juan cesó de entrar agua por la vía abierta en el costado. La Virgen del Carmen hizo el milagro; un pez de gran tamaño se había introducido en el agujero del casco salvando a la tripulación. Un barquito de plata y el Escapulario del Capitán Pedro de Luna, colgados como exvotos en el templo de Nuestra Madre del Carmen, en Nápoles, recordaron durante varias centurias el milagro obrado por la Virgen Santísima mediante Su Bendito Escapulario.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.