ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
Este prodigio ocurrió el 27 de Julio de 1949 en Angostura, población del Departamento de Antioquía, en Colombia.
Así escribía "El Obrero Católico de Medellín", el día 6 de Agosto: Varias de las hijas de D. Ricardo Zea y Dª Rosa Gómez tomaban un baño en el río Dolores. Una inusitada corriente del río hizo que las jóvenes bañistas se vieran en grandes apuros para salir rápidamente del agua, pues cuando menos lo pensaban, la corriente las envolvía peligrosamente. Por fortuna, todas pudieron salir a tiempo, excepto Lilliam Zea Gómez, de quince años de edad, cuyo cuerpo fue arrastrado por la impetuosa corriente del río sin que fuera posible el rescatarlo en la tarde de aquel infausto día.
Al amanecer del día siguiente, alentados de nuevo por un rayo de esperanza, determinaron volver al lugar del siniestro, llevando consigo blancas sábanas para envolver el cuerpo de la desaparecida joven. Entonces fue cuando empezaron a secar el río, a fin de poder bucear con éxito.
Cuando el agua empezaba a desalojarse de la cascada, ante la mirada atónita de todos los presentes, Lilliam saltó de entre las rocas al charco, después de veintitrés horas. Tenía encima el Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, y contó que cuando las olas la arrastraron, ella se aferró a su Escapulario, que jamás se quitó para bañarse, y poco a poco la corriente la fue llevando hasta la catarata. Allí pasó la noche, esperando que el agua mermara para salir. -"¡Viva la Virgen del Carmen!", gritaron enardecidos y frenéticos de entusiasmo todos los circunstantes.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
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