ORACIONES INICIALES
Por la señal de la Santa Cruz ✠ de nuestros enemigos ✠ líbranos Señor ✠ Dios Nuestro.
En el Nombre del Padre, del Hijo ✠ y del Espíritu Santo. Amén.
¡Oh Virgen Santísima Inmaculada, belleza y esplendor del Carmen! Tú, que miras con ojos de particular bondad al que viste Tu Bendito Escapulario, mírame benignamente y cúbreme con el manto de Tu maternal protección. Fortalece mi flaqueza con Tu Poder, ilumina las tinieblas de mi entendimiento con Tu Sabiduría, aumenta en mí la Fe, la Esperanza y la Caridad. Adorna mi alma con tales gracias y virtudes que sea siempre amada de Tu Divino Hijo y de Ti. Asísteme en vida, consuélame cuando muera en Tu amabilísima presencia, y preséntame a la Augustísima Trinidad como hijo y siervo devoto Tuyo, para alabarte eternamente y bendecirte en el Paraíso. Amén.
PARA MEDITAR HOY
El Padre Bartolomé de la Ascensión refiere un prodigioso caso que la Virgen obró con un muchacho de unos catorce años, el cual determinó su vocación al Carmelo.
Navegando en una embarcación, desde el Puerto de Acapulco a las Islas Filipinas, cayó el joven al mar, siendo la marejada tan recia, la tormenta tan imponente y las olas tan bravías, que no le podían socorrer en manera alguna.
Haciendo algunas diligencias para favorecer, movidos más bien por la compasión y piedad que de esperanza alguna de su remedio, vieron con pasmo y admiración los tripulantes, que el muchacho iba delante de la nave cual si anduviese a pie firme sobre las olas. Procuraron como pudieron meterle luego dentro de la embarcación, y, viendo no traía otra cosa sobre el cuerpo sino el Santo Escapulario de la Virgen del Carmen, le preguntaron con curiosidad que cómo había estado tanto tiempo bajo el agua sin ahogarse, a lo cual respondió que la Santísima Virgen del Carmen, de quien era el Bendito Escapulario que él llevaba desde muy niño, con gran amor, le había librado de una muerte cierta sosteniéndole con su propia mano y confortándole con sus palabras llenas de piedad y de dulzura.
Con tal motivo, hizo el voto de tomar el Santo Hábito del Carmen y consagrarse a María Santísima para servirla como amante hijo toda su vida, lo que realizó cuando pisó tierra firme, siendo en la Orden un modelo de perfección.
por el Padre Rafael María López-Melús, O. Carm.
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