Durante el Mes de María procuraré compartir a diario (si Dios quiere) unas meditaciones extraídas del libro "La Virgen María en el Reino de la Divina Voluntad", de la mística italiana Luisa Piccarreta; advierto que cuando en el diálogo con la Madre de Dios encuentres que el interlocutor habla en femenino, no es porque este ejercicio esté destinado sólo a las mujeres, sino porque se refiere al alma, por lo que también un varón puede y debe practicarlo.
Estos escritos gozan de licencia eclesiástica, prueba de ello el “Nihil obstat”, que Monseñor Francesco M. Della Queva, Delegado del Arzobispo de Tarento (Apulia, Italia) concedió en la Fiesta de Cristo Rey de 1937.
Para obtener mejor provecho de esta lectura, procura recogerte en tu dormitorio o en un lugar discreto de la casa; sitúate ante una imagen de la Virgen que te inspire devoción, aunque se trate de una sencilla estampa; cierra los ojos y oídos corporales, eleva tu corazón al Cielo y busca en tu corazón la intimidad de hijo con Jesús Nuestro Señor y con la Celestial Madre.
Que la Santa Presencia de estos tus amores, Jesús y María, te acompañe a lo largo del día de hoy, y que Ellos sean siempre tu aliento y sostén en la lucha continua de la familia, del trabajo, de los problemas cotidianos...
El alma a su Madre Celestial:
Heme aquí de nuevo contigo Mamá Reina, hoy mi amor de hija hacia Ti me hace correr para ser espectadora cuando mi dulce Jesús, separándose de Ti, toma el camino para formar Su Vida Apostólica en medio a las criaturas. Mamá Santa, sé que sufrirás mucho, cada momento de separación con Jesús Te costará la vida, y yo, Tu hija, no quiero dejarte sola, quiero enjugarte las lágrimas, y con mi compañía quiero romper Tu soledad, y mientras estaremos juntas, Tú continuarás dándome Tus bellas lecciones sobre la Divina Voluntad.
Lección de la Reina del Cielo:
Hija Mía queridísima, tu compañía Me será muy agradable, porque sentiré en ti el primer don que Me hace Jesús, don formado de puro amor, producto de Su, y de Mi sacrificio, don que Me costará la Vida de Mi Hijo.
Ahora ponme atención y escúchame. Hija Mía, para tu Mamá comienza una vida de dolor, de soledad y de largas separaciones de Mi sumo Bien Jesús. La vida oculta ha terminado, y Él siente la irresistible necesidad de amor de salir públicamente, de hacerse conocer y de ir en busca del hombre extraviado en el laberinto de su voluntad, que está en poder de todos los males. El querido San José había muerto ya, Jesús partía y Yo quedaba sola en la pequeña casita. Cuando mi amado Jesús Me pidió la obediencia de partir, porque no hacía jamás nada si primero no Me lo decía, Yo sentí una punzada en el Corazón, pero sabiendo que aquélla era la Voluntad Suprema, Yo dije rápidamente Mi Fiat, no dudé un instante, y entre Mi Fiat y el de Mi Hijo nos separamos, en el ímpetu de Nuestro amor Me bendijo y Me dejó. Yo Lo acompañé con Mi mirada hasta que pude, y después retirándome, Me abandoné en aquel Querer Divino que era Mi vida, pero, ¡oh! Potencia del Fiat Divino, este Querer Santo no Me dejaba perder jamás de vista a Mi Hijo, ni Él Me perdía a Mí, es más, sentía Su latido en el Mío, y Jesús sentía el Mío en el Suyo.
Hija querida, Yo había recibido a Mi Hijo del Querer Divino, y lo que este Querer Santo da, no está sujeto ni a terminar ni a sufrir separación; Sus dones son permanentes y eternos. Así que Mi Hijo era Mío, ninguno Me lo podía quitar, ni la muerte, ni el dolor, ni la separación, porque el Querer Divino Me lo había dado. Por eso Nuestra separación era aparente, pero en realidad estábamos fundidos juntos. Mucho más que una era la Voluntad que Nos animaba, ¿cómo podíamos separarnos?.
Ahora, tú debes saber que la Luz de la Divina Voluntad Me hacía ver cómo malamente y con cuánta ingratitud trataban a Mi Hijo. Su paso lo dirigió hacia Jerusalén, Su primera visita fue al Templo santo, en el cual comenzó la serie de Sus predicaciones. Pero, ¡ah, qué dolor! Su palabra llena de vida, portadora de Paz, de Amor y de Orden, era escuchada y malamente interpretada, especialmente por los doctos y sabios de aquellos tiempos, y cuando Mi Hijo decía que era el Hijo de Dios, el Verbo del Padre, Aquél que había venido a salvarlos, lo tomaban tan a mal, que con sus miradas furibundas lo querían devorar. ¡Oh! cómo sufría Mi amado bien Jesús, Su palabra creadora, rechazada, le hacía sentir la muerte que daban a Su palabra divina, y Yo era toda atención, toda ojos para mirar aquel Corazón Divino que sangraba y le ofrecía Mi materno Corazón para recibir las mismas heridas, para consolarlo y darle un apoyo en el acto en que estaba por sucumbir.
¡Oh! cuántas veces después de haber interrumpido Su palabra lo veía olvidado por todos, sin que ninguno Le ofreciera un descanso, solo, solo, fuera de los muros de la ciudad, en despoblado, bajo el cielo estrellado, apoyado en un árbol, lo veía llorar, orar por la salvación de todos. Y tu Mamá hija querida, desde Mi casita lloraba junto, y en la luz del Fiat Divino Le mandaba Mis lágrimas como alivio, Mis castos abrazos y Mis besos para reconfortarlo. Pero Mi amado Hijo al verse rechazado por los grandes, por los doctos, no se detuvo, ni podía detenerse, Su amor corría porque quería las almas.
Entonces se rodeó de pobres, de afligidos, de enfermos, de cojos, de ciegos, de mudos y de tantos otros males que oprimían a las pobres criaturas, todos éstos, imágenes de los tantos males que había producido la voluntad humana en ellas. Y el querido Jesús sanaba a todos, consolaba e instruía a todos, así que se convirtió en el Amigo, el Padre, el Médico, el Maestro de los pobres. Hija Mía, se puede decir que fueron los pobres pastores los que con sus visitas Lo recibieron al nacer, y son los pobres los que Lo siguieron en los últimos años de Su Vida acá abajo, hasta Su muerte, porque los pobres, los ignorantes, son más simples, menos apegados a su juicio y por eso son los más favorecidos, los más benditos y los más predilectos de Mi querido Hijo, tanto, que escogió a pobres pescadores por Apóstoles, como columnas de la Iglesia futura.
Ahora hija amadísima, si te quisiera decir lo que obró y sufrimos Mi Hijo y Yo en estos tres años de Su Vida Pública, me extendería demasiado. Lo que te recomiendo es que en todo lo que puedas hacer y sufrir, tu primer acto y el último sea el Fiat Divino. En el Fiat Nos separamos con Mi Hijo, y el Fiat Me dio la fuerza de hacer el sacrificio. Así encontrarás la fuerza para todo, incluso en las penas que te cuestan la vida, si todo lo encierras en el Eterno Fiat. Por eso dame tu palabra, que te harás encontrar siempre en la Divina Voluntad. Así también tú sentirás la inseparabilidad de Mí y de nuestro sumo Bien Jesús.
El alma:
Mamá Dulcísima, cuánto Te compadezco al verte sufrir tanto. ¡Ah! Te ruego, derrama en mi alma Tus lágrimas y las de Jesús para ordenarla y encerrarla en el Fiat Divino.
Florecita:
Hoy para honrarme Me darás todas tus penas por compañía de Mi soledad, y en cada pena pondrás un "te amo" para Mí y para tu Jesús, para reparar por aquellos que no quieren escuchar las Enseñanzas de Jesús.
Jaculatoria:
Mamá Divina, Tu palabra y la de Jesús desciendan en mi corazón y formen en mí el Reino de la Divina Voluntad.
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