Mi pensamiento se pregunta: ¿Qué es el Cielo? ¿Dónde está el Cielo? ¿Cómo es el Cielo? Si el Cielo es mi deseo, si he sido criado para el Cielo, ¿no podré saber lo que es y dónde está y sus delicias antes de que Dios me lleve a él? ¿Qué noción o qué detalles puedo tener del Cielo? ¿Cómo viviré en el Cielo? ¿Qué hombre mortal no se hace esta misma pregunta y desea su aclaración?.
Porque no son solos los Santos ni solos los Cristianos quienes piensan en el Cielo y discurren sobre el Cielo, y aun debiéramos pensar mucho más. También los paganos han pensado y discurrido sobre el Cielo, y lo han deseado. Sus filósofos han descrito el Cielo, aunque muy pobre y erróneamente, como era pobre y erróneo el concepto de los que ellos tenían por dioses, seres muy humanos y con pasiones desordenadas, como formados por la mente del hombre. No tenían la Verdad revelada en el Evangelio y habían recibido muy enturbiada la revelación primitiva.
Las potencias del hombre no pueden remontarse hasta lo sobrenatural si Dios no las levanta, ni pueden comprenderlo hasta que no lo posean en el Cielo. Ni los filósofos ni la gente sencilla podían tener una idea sobrenatural del Cielo. Sus conceptos y descripciones, por hermosos y levantados que fueran, no dejaban de ser humanos, naturales y a la manera humana natural. Sus descripciones del Cielo son de una belleza natural y de la satisfacción de las conversaciones con personas cultas y de recreos y diversiones placenteras. No podían concebir el Cielo sobrenatural que nos enseña la Fe a los Cristianos, ni conocían los adelantos de los inventos actuales para poder soñar con sus encantos.
Aun con la Fe y con la Revelación, muchos cristianos no conciben nada más que las delicias de un cielo material y social, no las sobrenaturales de Dios. Bellas y emocionantes ideas expuso Platón sobre la inmortalidad del alma y sobre la vida feliz que viviría después de la muerte.
Los Padres y Doctores de la Iglesia y la Teología Cristiana han recogido algunas ideas verdaderas de su filosofía para ayudarse con ellas a explicar el concepto sobrenatural de Dios y del Cielo. Pero ni la inteligencia de Platón ni la de Aristóteles, ni la de filósofo alguno, pudieron volar hasta percibir la Luz de la Verdad total y sobrenatural, como nos enseña la Fe. No lo ha alcanzado el hombre con sólo su discurso. Lo ha enseñado Dios. Es verdad revelada, y porque lo creen, lo saben hasta los niños que viven la Fe.
Los Santos, afianzados en la Fe, aun careciendo a veces de formación científica, llegaron a tener una idea inmensamente alta, clara y sobrenatural de la Luz purísima de Dios y juntamente del Cielo. Era luz especial comunicada por Dios. Porque tenían tan alto conocimiento de Dios, tenían ansias muy crecidas e incontenibles de ir al Cielo. Su belleza y rutilante claridad abstraía sus sentidos hasta perder, a veces, la sensación.
El Cielo es todo luz y belleza cautivadora, como la más hermosa imagen material creada de la infinita bondad y belleza increada de Dios. Mirarse envuelto en esa hermosura es vivir la idealidad de la belleza y del bien. Los Santos la vivían; por eso eran, en cierta manera, dichosos, y por eso también eran más vehementes las ansias de verla ya sin velos y vivirla gloriosos.
San Juan de la Cruz aconsejaba a un alma santa se mirase siempre envuelta en esa hermosura. La biografía de Fray Gil dice que la llevaba tan fascinadoramente bella dentro de sí mismo, que sólo nombrarle el Paraíso le producía el éxtasis.
Paseaba un día el estático San Miguel de los Santos en la huerta de su convento con unos conocidos suyos hablando de Dios. Uno de ellos dijo en la conversación: "¿Qué sucederá cuando las almas gocen de las delicias del Paraíso?; y apenas oírlo, quedó el Santo fuera de sí, arrobado" (1).
¿Cómo no recordar la cena de San Francisco y Santa Clara, en que, hablando de Dios, quedaron arrobados por largo tiempo y los que los acompañaban? ¿Y la conversación sobre Dios de Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, terminando los dos en maravilloso éxtasis?.
Tanta belleza se comunica al alma pensando en la soberana e infinita de Dios. Santa Teresa narra muy detalladamente el éxtasis que tuvo con los efectos especiales en el convento de Salamanca. Estaba en animada y santa recreación con sus monjas; en lo más animado, una religiosa joven y de bonita voz entonó una preciosa canción, como acostumbran, para avivar el fervor. Era la canción del amor y deseo de ver y estar ya con Dios. Al oír la Santa el hoy muy conocido cántico: Véante mis ojos, dulce Jesús bueno; véante mis ojos, muérame yo luego. Véome cautivo sin tal compañía; muerte es la que vivo sin Vos, vida mía. ¿Cuándo será el día que alcéis mi destierro? Véante mis ojos, muérame yo luego, etc. como tanto lo deseaba, sintió en su alma y en su cuerpo los efectos tan extraordinarios que ella misma nos dice: "Anoche, estando con todas, dijeron un cantarcillo de cómo era recio de sufrir vivir sin Dios... Fue tanta la operación que me hizo... que si el canto no cesara, que iba ya a salir el alma del gran deleite y suavidad que Nuestro Señor le daba a gustar, y así proveyó Su Majestad que dejase el canto quien cantaba, que la que estaba en esta suspensión bien podía morir, mas no podía decir que cesase... Aquí el alma no querría salir de allí, ni le sería penoso (morir), sino grande contentamiento, que eso es lo que desea. ¡Y cuán dichosa muerte sería a manos de este amor!" (2). Desmayada, sin sentido, traspuesta, la llevaron a su celda. El sentimiento de su soledad por verse lejos de Dios o sin ver a Dios, causó la suspensión de los sentidos y la puso en éxtasis.
Como entraba en éxtasis Santa Angela de Foligno y decía: "Dios no es conocido...", y ponía únicamente su esperanza en un bien secreto, muy secreto y escondido, que veía estaba en la grande oscuridad. En ella se deleitaba en todo Bien, y no viendo nada, veía todo Bien, absolutamente todo Bien (3). Y pedía a Dios, por la Virgen y Sus Ángeles, no la retardara ya más la muerte.
La inteligencia, la voluntad, la memoria y hasta la imaginación de estos Santos estaban divinamente obsesionadas y absorbidas con la hermosura y delicia del Cielo y toda el alma llena de ansias de Dios, infinitamente más hermoso que el Cielo, pues es el verdadero Cielo y felicidad y será siempre la ininterrumpida y jubilosa delicia.
1) Isabel Flores de Lemus: Año Cristiano Ibero Americano, 6 de Septiembre.
2) Santa Teresa de Jesús. Cuentas de conciencia, 13, y Meditaciones, del C. 7, 8.
3) Santa Ángela de Foligno: Le livre de la Bienheureuse Soeur Angela de Foligno, du Tiers Ordre de S. François. Documents originaux edités et traduits par le Pere Paul Doncoeur, IX.
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