viernes, 8 de abril de 2022

LAS HORAS DE LA PASIÓN, de las Revelaciones de Luisa Picarretta. DUODÉCIMA HORA

           

"...quien piensa siempre en Mi Pasión 
forma en su corazón una fuente, 
y por cuanto más piensa tanto más 
esta fuente sea grande, y como las aguas 
que brotan son comunes a todos, 
esta fuente de Mi Pasión que se forma 
en el corazón sirve para el bien del alma, 
para gloria Mía y para bien de las criaturas." 


Revelación de Nuestro Señor a Luisa Picarretta, 
el 10 Abril de 1913


Preparación antes de la Meditación 


               Oh Señor mío Jesucristo, postrado ante Tu divina presencia suplico a Tu amorosísimo Corazón que quieras admitirme a la dolorosa meditación de las Veinticuatro Horas en las que por nuestro amor quisiste padecer, tanto en Tu Cuerpo adorable como en Tu Alma Santísima, hasta la muerte de Cruz. 

               Ah, dame Tu ayuda, Gracia, Amor, profunda compasión y entendimiento de Tus padecimientos mientras medito ahora la Hora...(primera, segunda, etc) y por las que no puedo meditar te ofrezco la voluntad que tengo de meditarlas, y quiero en mi intención meditarlas durante las horas en que estoy obligado dedicarme a mis deberes o a dormir. 

               Acepta, oh misericordioso Señor, mi amorosa intención y haz que sea de provecho para mí y para muchos, como si en efecto hiciera santamente todo lo que deseo practicar. 

               Gracias te doy, oh mi Jesús, por llamarme a la unión Contigo por medio de la oración. Y para agradecerte mejor, tomo Tus pensamientos, Tu lengua, Tu corazón y con éstos quiero orar, fundiéndome todo en Tu Voluntad y en Tu amor, y extendiendo mis brazos para abrazarte y apoyando mi cabeza en Tu Corazón empiezo...




DE LAS 4 A LA 5 DE LA MAÑANA 

DUODÉCIMA HORA 

Jesús en medio de los soldados


               Vida mía, Jesús dulcísimo, mientras dormía fundida en Tu Corazón, sentía muy a menudo las punzadas de las espinas que herían a Tu Corazón Sacratísimo; y queriéndome despertar Contigo para ser una que conoce todas Tus penas y que te compadece, me estrecho aún más fuerte a Tu Corazón, y sintiendo aún más vivas las punzadas me despierto. 

               Pero, ¿qué veo? ¿Qué siento? Quisiera esconderte dentro de mi corazón para ponerme yo en lugar Tuyo y recibir sobre mí penas tan dolorosas, insultos y humillaciones tan increíbles y ultrajes tan bárbaros que solo Tu Amor podría soportar... Pacientísimo Jesús mío, ¿qué podías esperar de gente tan inhumana? Ya veo que se divierten Contigo y te cubren el Rostro con densos salivazos... 

               La luz de tus hermosos ojos queda eclipsada por los salivazos, y Tú, derramando ríos de lágrimas por nuestra salvación, con ellos, de Tus ojos retiras esos salivazos. Pero aquellos malvados, no soportando su corazón ver la luz de Tus ojos, vuelven a cubrirlos de nuevo con salivazos... Otros, haciéndose más atrevidos en el mal, te abren Tu dulcísima boca y te la llenan de hediondos salivazos, de lo que hasta ellos mismos sienten asco; y como esos salivazos caen en parte, y en parte muestran la majestad de Tu Rostro y Tu sobrehumana dulzura, ellos se sienten estremecer y se avergüenzan de ellos mismos...Y para sentirse más libres te vendan los ojos con un trapo repugnante y así poder del todo desenfrenarse contra Tu adorable Persona: de manera que te golpean sin piedad, te arrastran, te pisotean bajo sus pies, vuelven a descargar los puñetazos y las bofetadas sobre Tu Rostro y en Tu Cabeza, rasguñándote, tirando de Tus cabellos y empujándote de un lado para otro... 

               Jesús, Amor mío, mi corazón no resiste viéndote en tantas penas...Tú quieres que ponga atención a todo, pero yo siento que quisieras cubrirme los ojos para no ver escenas tan dolorosas que arrancan de cada pecho los corazones, pero Tu Amor me obliga a ver lo que sucede Contigo. Y veo que no abres la boca, que no dices ni una palabra para defenderte, que estás en manos de estos esbirros como un harapo, y que te pueden hacer lo que quieren; y al verlos saltar sobre Ti, temo que mueras bajo sus pies... 

               Bien mío y todo mío, inmenso es el dolor que siento por Tus penas, y quisiera gritar tan fuerte que me hiciera oír allá arriba en el Cielo para llamar al Padre, al Espíritu Santo y a los Ángeles todos, y aquí en la tierra, de un extremo a otro, para llamar a la dulce Mamá y a todas las almas que te aman, a fin de que haciendo un cerco en torno a Ti, impidamos que se acerquen esos insolentes soldados para insultarte y atormentarte...Y juntamente Contigo reparemos toda clase de pecados nocturnos, sobre todo los que cometen los sectarios sobre tu Sacramental persona en las horas de la noche, y todas las ofensas de las almas que no se mantienen fieles en la noche de la prueba. 

               Pero veo, oh insultado bien mío, que los soldados, ebrios y cansados, quieren descansar; y mi pobre corazón, oprimido y lacerado por tantas penas Tuyas, no quiere quedarse solo Contigo, siente la necesidad de otra compañía... 

               Ah dulce Madre mía, sé Tú mi inseparable compañía; me estrecho fuerte a Tu mano materna y te la beso. Tú fortifícame con Tu bendición. Y Jesús, abrazándonos juntas, nos hace apoyar nuestra cabeza sobre Su dolorido Corazón para consolarlo. Oh Jesús, junto con nuestra Mamá te beso y te bendigo y en unión con Ella tomaremos el sueño del amor sobre Tu adorable Corazón.



Ofrecimiento después de Cada Hora

 

                Amable Jesús mío, Tú me has llamado en esta Hora de Tu Pasión a hacerte compañía y yo he venido. Me parecía sentirte angustiado y doliente que orabas, que reparabas y sufrías y que con las palabras más elocuentes y conmovedoras suplicabas la salvación de las almas. He tratado de seguirte en todo, y ahora, teniendo que dejarte por mis habituales obligaciones, siento el deber de decirte: “Gracias” y “Te Bendigo”. Sí, oh Jesús!, gracias te repito mil y mil veces y Te bendigo por todo lo que has hecho y padecido por mí y por todos...

               Gracias y Te bendigo por cada gota de Sangre que has derramado, por cada respiro, por cada latido, por cada paso, palabra y mirada, por cada amargura y ofensa que has soportado. En todo, oh Jesús mío, quiero besarte con un “Gracias” y un “Te bendigo”. 

               Ah Jesús, haz que todo mi ser Te envíe un flujo continuo de gratitud y de bendiciones, de manera que atraiga sobre mí y sobre todos el flujo continuo de Tus bendiciones y de Tus gracias...

               Ah Jesús, estréchame a Tu Corazón y con tus manos santísimas séllame todas las partículas de mi ser con un “Te Bendigo” Tuyo, para hacer que no pueda salir de mí otra cosa sino un himno de amor continuo hacia Ti. 

               Dulce Amor mío, debiendo atender a mis ocupaciones, me quedo en Tu Corazón. Temo salir de Él, pero Tú me mantendrás en Él, ¿no es cierto? Nuestros latidos se tocarán sin cesar, de manera que me darás vida, amor y estrecha e inseparable unión Contigo. 

               Ah, te ruego, dulce Jesús mío, si ves que alguna vez estoy por dejarte, que Tus latidos se sientan más fuertemente en los míos, que tus manos me estrechen más fuertemente a Tu Corazón, que Tus ojos me miren y me lancen saetas de fuego, para que sintiéndote, me deje atraer a la mayor unión Contigo. Oh Jesús mío!, mantente en guardia para que no me aleje de Ti. Ah bésame, abrázame, bendíceme y haz junto conmigo lo que debo ahora hacer... 


LAS HORAS DE LA PASIÓN cuenta con aprobación eclesiástica:
Imprimatur dado en el año 1915 por Mons. Giuseppe María Leo,
Arzobispo de Trani-Barletta-Bisciglie, y con Nihil Obstat 
del Canónigo Aníbal María de Francia





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