El nombre de «Dominica in albis» es uno de los más antiguos. En realidad es «in albis vestibus depositis», es decir, cuando los neófitos (los que habían sido bautizados en la Vigilia Pascual), asistían dicho Domingo a la celebración de la Santa Misa, habiendo ya depuesto (en las vísperas del sábado de la Octava) sus albas o vestiduras blancas, recibidas aquella noche en que renacieron a la vida eterna y que habían vestido durante toda la Octava.
Es también Domingo «de Quasimodo», ya que, como otros domingos importantes del Año Litúrgico (por ejemplo, Domingo «de Laetare» – IVº de Cuaresma), toma el nombre de las primeras palabras de la antífona del Introito (o canto de entrada). En este caso, la antífona es un texto de la 1ª Carta de San Pedro, cap. 2, vers. 2: Quasimodo geniti infantes, alleluia: rationabiles, sino dolo lac concupiscite, alleluia,alleluia, alleluia. "Como niños recién nacidos, desead la leche espiritual pura".
Al atardecer de aquel día, el primero de la semana, estando cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos, por miedo a los judíos, se presentó Jesús en medio de ellos y les dijo: La paz sea con vosotros.
Dicho esto, les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron de ver al Señor.
Jesús les dijo otra vez: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, también yo os envío.
Dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.
Tomás, uno de los Doce, llamado el Dídimo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: Hemos visto al Señor. Pero él les contestó: Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré.
Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: La paz sea con vosotros. Luego dice a Tomás: Mete aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino fiel.
Tomás le contestó: Señor mío y Dios mío.
Dícele Jesús: Porque me has visto, Tomás, has creído. Bienaventurados los que sin ver creyeron.
Jesús realizó en presencia de los discípulos otros muchos milagros que no están escritos en este libro. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre.
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