Sor Josefa Menéndez, religiosa de la Sociedad del Sagrado Corazón, fue agraciada con revelaciones privadas de Nuestro Señor y de la Virgen Santa en los últimos años de su corta vida. Española de nacimiento había emigrado a Francia para cumplir con la Voluntad de Dios y desposarse con Cristo, alejada de su Patria y desempeñando las labores más humildes en su Comunidad. En medio de aquella vida sencilla, el Sagrado Corazón de Jesús se le manifestó, siempre a espaldas de sus hermanas de religión, pero por obediencia a sus Superioras, Sor Josefa recogió por escrito aquellos coloquios celestiales.
Sólo después de su muerte, cuando contaba 33 años de edad, fueron compiladas sus confidencias con el Sagrado Corazón de Jesús y publicadas bajo el título "UN LLAMAMIENTO AL AMOR"(1); el entonces Cardenal Pacelli -luego Papa Pío XII- envió una carta a la Superiora General de la Sociedad del Sagrado Corazón en la que recomendaba la lectura y difusión del Mensaje de Reparación, Amor y Confianza que Sor Josefa escribió bajo el dictado de Nuestro Redentor.
Las Cuarenta Horas que preceden a la Cuaresma se acercan. En estos días de Carnaval todo llama, en las casas religiosas, a más fervor y generosidad. La víctima escogida para reparar y salvar en unión con el Corazón de Jesús, ha de sentir, más que nadie esta llamada divina.
El Viernes 4 de Febrero de 1921, aniversario de su llegada al Noviciado, se le aparece Jesús y mostrándoles el Corazón abrasado le dice:
-"Todos los Viernes y sobre todo el primero de cada mes, te haré participar de la amargura de Mi Corazón y sentirás de una manera especial los tormentos de Mi Pasión. En estos días en que el infierno se abre para tragar tantas almas, quiero que te ofrezcas a Mi Padre como víctima para salvar el mayor número posible."
El Domingo 6, Josefa se ha ofrecido para reparar las ofensas de los pecadores; Jesús se la aparece hacia las tres de la tarde en la capilla. Josefa sufre nada más verlo... según ella misma cuenta:
-"Daba compasión; la cara, los brazos, el pecho, los tenía llenos de heridas y de polvo. Mucha sangre le corría por la sagrada cabeza, pero el Corazón ardía como una brasa y estaba hermosísimo."
-"Estas heridas -dijo- me las causa el desamor de los hombres que, como locos, corren a su perdición".
Josefa, dolorida por ver a Jesús en ese estado cruento pero al mismo tiempo, resplandeciente en Su Corazón, le preguntó:
-"Pero, Señor, ¿cómo tenéis el Corazón tan hermoso y tan encendido? ¿No Os lo hieren los pecados del mundo?"
Nuestro Señor entre lágrimas respondió:
-"Sólo las almas escogidas hieren Mi Corazón".
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