La Santa Iglesia Católica recuerda hoy la Visitación de la Virgen Nuestra Señora a su prima Santa Isabel; el evangelista San Lucas nos narra como la Virgen María "se fue con prisas a la montaña", para alentar a su pariente, que por gracia de Dios quedó embarazada después de que ya se creía estéril para engendrar.
Justo hoy se cumplen 57 años de otra Visita de la Virgen a la montaña: en esta ocasión, la Madre de Dios eligió la Sierra de Peña Sagra, en Santander, provincia del norte de España, donde desde hace siglos se erige la modesta aldea de San Sebastián de Garabandal. Sería allí donde cuatro sencillas niñas, se convertirían en testigos de múltiples manifestaciones celestiales, que comenzaron el 18 de Junio de 1961 con la Visión del Arcángel San Miguel, como preámbulo de las Apariciones de Nuestra Señora, que a partir del 2 de Julio, visitaría durante años a las jóvenes videntes, así hasta 1965.
Conchita, la principal vidente de Garabandal, siguiendo las indicaciones de su Director Espiritual, el Padre Manuel García Nieto, -jesuita que falleció en olor de santidad en 1974- escribió un Diario, en el que recogería sus encuentros con la Madre de Dios. La redacción de ese Diario sería también refrendada por otro eminente jesuita, el Padre Lucio Rodrigo Llanos y finalmente recomendada por el dominico Padre Royo Marín, lo que indica la ortodoxia doctrinal de los acontecimientos de entonces en San Sebastián de Garabandal. De ese manuscrito, queremos extractar hoy la Primera Aparición de la Virgen María:
Eran las 6 de la tarde. Nos fuimos a la Calleja a rezar el Rosario, sin llegar allá se nos apareció la Virgen con un Ángel a cada lado. Venían con Ella dos Ángeles, uno era San Miguel y el otro no sabemos. Venía vestido igual que San Miguel, parecían mellizos. Al lado del Ángel de la derecha, a la altura de la Virgen, veíamos un ojo de estatura muy grande. Parecía el ojo de Dios. Ese día hablamos con la Virgen mucho y Ella con nosotras. Le decíamos todo: que íbamos todos los días al prado, que estábamos negras, que teníamos la hierba en morujos etc. . . . Ella se reía ¡como le decíamos tántas cosas! . . . Rezamos el Rosario viéndola a Ella y Ella rezaba con nosotras para enseñarnos a rezarlo bien [Como Conchita lo explica, al comienzo la Visión les enseñó a recitar bien el Rosario. Después la Visión decía sólo el Gloria.] y cuando terminamos el Rosario dijo que se iba.
Entonces nosotras le dijimos, que estuviera otro poquitín, que había estado muy poco. Ella se reía y nos dijo que el lunes volvería. Cuando se fue, a nosotras nos dio mucha pena. Entonces algunas personas nos iban a besar y a preguntarnos lo que nos había dicho. Otras, no lo creían porque decían que cómo la Virgen iba a hablar tanto pues le contamos muchas cosas. Pero la mayoría sí creía porque decían que era como una Madre que hace mucho que no la ve su hija y le cuenta todo. Con mayor razón nosotras que no la habíamos visto nunca y además ¡era nuestra Madre del Cielo! Nos llevaron a la sacristía y un Padre que se llama D. Francisco Odriozola; nos preguntaba a una por una y después decía a la gente lo que nosotras le habíamos dicho. Así se terminó el día 2, Domingo, ¡día muy feliz! porque hemos visto por primera vez a la Virgen. Con Ella estamos todos, siempre que queramos.
La Virgen viene con un vestido blanco, manto azul, corona de estrellucas doradas, no se le ven los pies, las manos estiradas con el escapulario en la derecha.
El escapulario es marrón, el pelo largo color castaño oscuro ondulado, la raya en el medio, la cara alargada, la nariz alargada fina, la boca muy bonita con los labios un poquito gruesos, el color de la cara es trigueño, más claro que el del Ángel, diferente a la vez, muy bonita, una voz muy rara, no sé explicarla, no hay ninguna mujer que se parezca a la Virgen ni en la voz ni en nada (Es interesante comparar esta forma de escribir con otras que corresponden a experiencias místicas. Se suceden afirmaciones y negaciones, como dando a entender que lo dicho no se ajusta exactamente a lo que se ha vivido, ya que es algo que no puede explicarse con palabras). Algunas veces trae al Niño en brazos (la Visión ha dejado en repetidas ocasiones el Niño Jesús en brazos de las videntes; ellas dicen que sienten el peso del Niño, pero que en cierto modo es como si no lo tocaran) muy chiquitín como un nene recién nacido, una carita redonda, parece el color como el de la Virgen, una boquita pequeña, el pelín un poco largo, rubio, unas manos pequeñas, un vestido como una túnica azul.
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