Tal día como hoy, el 21 de Enero de 1793, a las diez y veintidós minutos, en nombre la "libertad, igualdad y fraternidad" era guillotinada Su Muy Cristiana Majestad, Luis XVI, el Benéfico, Rey de Francia y Navarra, descendiente de San Luis; entregaba su alma a Dios en el patíbulo revolucionario cuando tenía 38 años. Se consumaba así el Martirio de un monarca que sólo supo amar a su nación hasta el último aliento, momento en el que pudo escuchar las palabras del sacerdote que le convidó "Hijo de San Luis, mirad al Cielo".
Su propio verdugo, recordando el fatídico día, dejaría escrito: "El Rey afrontó toda aquella situación con una compostura y un temple que nos dejó atónitos a cuantos allí nos encontrábamos. Sigo convencido de que aquella firmeza suya la había extraído de los principios de la Religión".
Después de la ejecución, un joven de la Guardia Nacional recogió la ensangrentada cabeza y la mostró al pueblo paseándose por el patíbulo. La chusma gritaba «¡Viva la República!». La mayoría de los presentes comenzó a entonar La Marsellesa, mientras algunos espectadores empezaron a bailar en círculo alrededor del horripilante escenario.
A semejanza del Drama del Calvario, en donde la soldadesca se repartió a suertes la ropa de Nuestro Señor, un ayudante del verdugo subastó las prendas y la coleta del Rey que habían cortado antes de amarrarlo a la tabla. Los guardias, mientras tanto, colocaron el cadáver junto con la cabeza en un cesto de mimbre que trasladaron a un carro. Éste se dirigió más tarde al cementerio de La Magdalena, donde fue inhumado.
Años más tarde, llegada la Restauración (1815-1830), bajo el reinado de su hermano Luis XVIII, sus restos serían trasladados junto a los de la Reina María Antonieta a la Basílica de Saint-Denis, donde fueron enterrados con el debido decoro a su condición.
LAS TRES MENTIRAS REVOLUCIONARIAS
Si el Cisma Protestante de Lutero rompió el orden espiritual de la Cristiandad, la Revolución Francesa rompió el orden social. El famoso trilema "Libertad, Igualdad, Fraternidad" constituye todo un programa anticristiano. Hoy en día estos principios, junto con la famosa Declaración de los Derechos del Hombre de 1791, forman la base del sistema democrático-liberal vigente en los países occidentales, otrora católicos.
La libertad, colocada como bien absoluto, aún por encima de la Verdad, de Dios y de Su Santa Ley, es un error satánico en el que muchos han caído y del que no se quieren enmendar. "La verdad os hará libres" sentenció Nuestro Señor, porque sólo en Su Verdad, en el reconocimiento de Su dominio sobre todas las almas seremos realmente libres.
La igualdad, mal entendida por los revolucionarios, que intentan que todos los seres nazcan y vivan en igualdad de condiciones, sin tener en cuenta el abolengo, formación, méritos personales... cuando ha sido Dios mismo quien con el ejemplo de la Creación nos enseña que deben existir diferentes clases y órdenes si bien todos dependen unos de otros. El Papa León XIII aclara la cuestión en su Encíclica Quod Apostolici Muneris de 1878:
"La desigualdad del derecho y del poder se derivan del mismo Autor de la naturaleza, del cual toma su nombre toda paternidad en el cielo y en la tierra.
Mas los lazos de los príncipes y súbditos de tal manera se estrechan con sus mutuas obligaciones y derechos, según la doctrina y preceptos católicos, que templan la ambición de mandar, por un lado, y por otro la razón de obedecer se hace fácil, firme y nobilísima."
La tercera mentira revolucionaria, la fraternidad, es absurda en sí, pues busca hermanar a los hombres pero sin un Padre común; no ocurre igual en nuestra Santa Religión donde Nuestro Señor nos mandó a amarnos como hermanos, ya que somos todos hijos de un mismo Dios Creador.
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